Las cosas que hacemos por amor, en realidad, son más tenebrosas que las que
hacemos por desamor.
Porque por
amor somos capaces de cambiar las formas, hacer lo impropio en uno mismo, para
endulzarnos y parecer mejores, para gustar y enamorar; para hacer de la salida
un camino de rosas sin espinas.
Hacemos que
cambiamos, corriendo y a la fuerza por eso de que la primera impresión es la
que queda. Pero no cambiamos en realidad, lo que hacemos es tapar lo que nos
parece algo menos que mugre, la tapamos a conciencia con bonitas telas de
flores, disfraces de lo que creemos que el otro ansía ver. Y nuestro verdadero
ser queda catapultado bajo cientos de mentiras. Ahogándose. Malherido pero
vivo, respirando a duras penas mientras maquina para cuando llegue el desamor.
Y el desamor
puede tardar en llegar, es más, puede que no llegue nunca y ese ser que tapamos
en su día deje de respirar para dejarnos ser otra persona o vaya soltando el
aire hacia afuera lentamente, mezclándose con los años y las palabras, saliendo
tan despacio que se normalice en un nuevo ser, o el ser antiguo sea aceptado
porque no logramos engañar al amor o bien porque lo engañamos tan bien que no
puede hacer otra cosa que aceptarnos tal y como somos, con toda la mugre de fábrica.
Y si esto
último llega a suceder, cuida bien ese amor, porque realmente fue él quien hizo
el sacrificio, y más que por gusto fue por obligación.
Y todo esto
es algo que hacemos todos, porque el otro también lo hizo, en mayor o menor
medida y por los mismos motivos existenciales y primitivos.
Pero si
llega el desamor.., ay! Si llega el desamor.
Podemos
haber acumulado junto a la mugre mucha amargura que se unió a ella para crear
ahí abajo un verdadero monstruo, que no es más que nuestro yo venido a más, viviendo
reprimido sin casi espacio ni aire, furioso y herido.
Entonces
llega el susodicho desamor y, tanto si queremos como si no, le abre la puerta
de par en par, le quita las capas floridas de telas primaverales y lo deja
escapar. Impregnando todo de amargura y liberación.
No podemos
reprocharle nada, nosotros lo encerramos ahí, eso fue lo tenebroso. Encerrarlo
y dejar que siguiera vivo, enjaulado, alimentándolo, preparándolo para lo peor.
No podemos reprocharle nada porque hasta cuando sale el monstruo nos valemos de
él, festejamos su presencia y lo usamos de escudo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario